Días y flores

Entrevista previa a la presentación del montaje

El espíritu presente

Luis Javier Maciel Paniagua


Y pondré sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis…

Ezequiel 37:6


Una mirada me interroga.

En la oscuridad.

Al interior del pequeño círculo de luz que perfora las sombras. 

En la cabeza crespa del cuerpo extendido, tenso e iluminado.

Los ojos de Pita Zapot rotan, trémulos, hasta su límite físico.

Y se detienen en mí.

Insisten en mí.

Como preguntando si, más que la superficie, alcanzo a percibir lo que no se ve: 

el espíritu que la conduce.


En Días y flores, propuesta escénica multidisciplinaria, Pita Zapot aborda la desaparición de su propio hermano, ocurrida a mediados de octubre de 2015, en Alvarado, Veracruz.


Este fenómeno, a diferencia de otra clase de ausencias (como el fallecimiento), obstaculiza el duelo emocional, ya que existe incertidumbre sobre si el ser querido está vivo o muerto; y en México solamente ha ido en aumento: de acuerdo con cifras oficiales tomadas desde 2006 hasta hoy: durante el sexenio de Felipe Carderón hubo 17 mil 210 desapariciones; 35 mil 305 con Enrique Peña Nieto; y 39 mil 14 en lo que va de la administración de Andrés Manuel López Obrador.


En el espacio, podemos ver, ante todo, lo que como público nos invitaron a aportar, con amabilidad, al principio de la obra:

Las flores más bonitas de nuestra imaginación,

plasmadas en papel sobre el escenario,

y colgadas al fondo,

como jardín de tinta,

coro de un florero de gerberas en manos de Pita Zapot.

Y, aunque el teatro es amplio, ella es silueta que danza, cuerpo actuante y memoria capaz de llenarlo por sí misma.

La miramos habitar entre el humo artificial que se respira.

Frente a un muro de imágenes y proyecciones.

Y bajo conos de luz que no pueden igualar la libertad de sus movimientos.


Pero, más allá de lo evidente, hay vestigios de una energía detrás de las intenciones. ¿Cómo viajar a la dimensión invisible de la obra?

Pita lo tiene claro.

Toma una maleta entre sus manos y comienza a zapatear.

Camina en 6/8. De un extremo al otro.

Y del silencio la música surge.

La rítmica del son jarocho, a la que se suman las jaranas, las voces y el arpa de “La Iguana”.

Popular en Alvarado, Veracruz, donde nació.


El sonido no se detiene aquí. Dumas Klib, compositor en este montaje, combinó cuerdas de guitarra y de violines, con armonías y disonancias, a partir de dos canciones de Silvio Rodríguez: “Pequeña Serenata Diurna” y “Días y flores”. De los sentimientos de estas piezas, Pita Zapot diseñó la coreografía que vemos:


“‘Pequeña Serenata Diurna’ [...] era totalmente una declaración, un manifiesto, de lo que no estaba pasando en esos tiempos [...] Me llenaba que era feliz, me sentía feliz por lo que estaba sucediendo en mi vida en ese tiempo, y estaba esto de que mi hermano no estaba”.


“‘Días y flores’ fue un boom [...] la rabia, la impotencia con el gobierno, este saber que en la claridad de la humanidad, aun ahí, tenemos mucha crueldad. El nombre (de la obra) es inspirado totalmente en la canción [...] pensando en todos los días que llevábamos ya sin saber nada (de mi hermano), pero (también) en esta esperanza que él habla”.


Los movimientos responden a los referentes de Pita. Cuando ingresó a estudiar danza en la Universidad Veracruzana, recibió clases de Lutz Förster, alumno de Pina Bausch, bailarina pionera de la escuela de danza-teatro. A Pita le impactó porque “buscaba el porqué del movimiento más que [...] un estilo o técnica”. Y ha sido, de igual manera, influenciada por Sylvie Guillem, quien destacó por ser la primera bailarina en manejar su carrera artística internacional sin representante, así como por la dificultad corporal y técnica de sus ejecuciones: “llevar la potencia del cuerpo al límite [...] pero con técnica”.



Fotografías de Raúl Kigra

Es por esto que, en Días y flores, propongo una mirada del cuerpo a partir de una mezcla entre el alto rendimiento físico y la danza-teatro. 

Con movimiento, lo incorpóreo parece evidente: 

La presencia del hermano de Pita Zapot en los juegos, zapateados y fandangos. 

Ella como su padre. 

Ella como cada persona de su familia en una comida. 

Como trompo o bala de cañón. 

Como mar 

Como río. 

Y ella proponiendo un lenguaje dancístico para lo ausente.


Además, por medio de la danza, la protagonista dialoga con la proyección de imágenes y videos; aunque, en ocasiones, el cuerpo parece competir por defender su lugar frente a otros códigos. Por ejemplo, en un momento, una voz en off se reproduce diciendo “tu padre se marchita”; a la par, se proyecta dicha frase, subtitulada; se muestra en video una flor marchitándose; y Pita Zapot ejecuta una coreografía que connota lo mismo. Priorizar cualquiera de estos elementos podría ser confuso para el público.


En la obra, las flores sobre el escenario tienen distintos significados: las gerberas representan el primer regalo que Pita recibió de su hermano el día en que se conocieron, y la acompañan en todo tiempo al interior de un florero; y las flores dibujadas por el público, al final del montaje son empleadas como metáfora de retratos de identificación de personas desaparecidas. Este acto, acompañado de un cuadro con una silueta humana sin rostro, fue discutido durante las sesiones de la Muestra Crítica y nos pareció una manera de abordar esta problemática social desde la ternura.


En contraste con la suavidad y el ritmo de estas acciones, a la mitad de la obra se propone otra dinámica de participación que dista mucho de la escena inicial en la que, como público, dibujamos sobre el escenario. ¿Qué tan expuestas se podrían sentir las personas tras ser iluminadas directamente? ¿Insistir en que alguien pase al escenario podría ser violento de alguna manera? ¿Qué tan conveniente resulta modificar un convenio escénico?


En cuestión de texto, debido a que la intérprete ya se comunica con éxito por medio de su cuerpo, su danza y su actuación, los diálogos que describen sus acciones en simultáneo podrían omitirse sin afectar la propuesta; y también consideramos que la anécdota de Alvarado, Veracruz, al igual que las historias de la familia de Pita Zapot, tienen posibilidades de síntesis.


¿Qué es Días y flores?

Es danza. 

Es música. 

Es poesía. 

Es teatro.

Y es un florero de gerberas perfumadas, para hacer evidente la fuerza que nos mueve más allá de nuestra mirada: el espíritu para honrar a una persona que extrañamos, con la esperanza de volverla a ver.

 Días y flores.



Autoría, dirección, coreografía e interpretación: María Guadalupe Uscanga Zapot (Pita Zapot).

Asesoría en dramaturgia escénica: Yoall Morales.

Diseño sonoro y composición musical: Dumas Klib.

Dirección de producción, diseño de iluminación y coordinación técnica: Rubén Valencia Rivera.

Asistente de producción y proyección de video: Paulina Rosella Ibarra Martínez.

Video de registro: Jesús Vázquez.

Nombre de la compañía: Ingrávita Escénica.

Procedencia: Tijuana, Baja California.

Duración: 55 minutos.

Edad: 12 o más.

El viernes 10 de noviembre de 2023

13:00 horas

Foro de Arte y Cultura