El silencio de Júpiter

Entrevista previa a la presentación del montaje

Lo que se dice cuando no se dice nada 

Ed Quezada

El silencio es el ruido más fuerte, quizá el más fuerte y devastador de todos

Carta a mi yo adolescente: 

Puede ser que hoy no tengas ganas de hablar, ni de escribir ni de hacer nada. Puede que hoy sólo quieras y necesites viajar a tu universo interior, ese que has creado con tus propias reglas y con las palabras que conoces. Un universo con tus planetas, asteroides y naves, ahí donde te refugias de todo lo demás, donde como planeta solitario permaneces callado observando lo que sucede afuera. Si alguien te viera, pensaría que sólo eres un adolescente reservado, pero adentro hay una serie de explosiones esperando convertirse en palabras, aunque siempre en el momento decisivo hay algo que lo impide. Probablemente alguien te haga sentir inseguro y te acose a ti o a alguien que quieres, pero en lugar de decir algo seguirás en ese mundo de fantasía que has creado. Las personas adultas desde sus planetas creen que te pueden entender e intentarán hacerlo, pero sus pequeñas acciones no siempre podrán con la gran explosión que se avecina. El silencio se convierte en tu escondite, pero también te impide llegar a otros planetas, incluso a aquellos que están pasando por algo similar.

  Atentamente tu yo de 33. 

Esta carta también podría ser para Ash o Lucía, los personajes de El Silencio de Júpiter, obra para jóvenes audiencias que, con una mesa y dos mochilas intervenidas con luces led, nos transporta a una galaxia donde dos planetas solitarios intentarán acercarse. Desde su punto de vista, y a dos voces, las de los actores Tristian Zavala y Raymundo Rodríguez, Ash nos cuenta la segunda parte de su último año de secundaria (enero a junio) en esa galaxia oscura llamada secundaria, donde se tiene que enfrentar a los bullies del salón: Gos, Zac y Luis, quienes lo molestan a él pero también a Lucía, sobre todo a ella, la chica del pelo negro azabache, quien le gusta pero apenas se le acerca en las clases de química. Lucía vive en Júpiter y él en Marte y ambos sueñan con la nieve. Al inicio pareciera que estamos ante la historia de “chico conoce chica”, pero aquí, más que un amor adolescente, vemos el sobrevivir adolescente y cómo Lucía es cada vez más violentada.

Brian Smythe hace con esta obra un estudio acerca del silencio en la adolescencia. Se vale de una envoltura galáctica, una metáfora acerca de los planetas para nombrar aquello que duele, las violencias que callamos, el acoso escolar y la imposibilidad de expresar a otras personas cómo nos sentimos. En varias ocasiones, Ash está a punto de hablar con Júpiter, pero siempre hay algo que se lo impide y el silencio entre ell_s continúa. Callar puede ser un lugar seguro y cómodo, pero también un abismo de violencia. ¿Qué pasa cuando alguien decide romper ese silencio? ¿Todo se resuelve y la persona que violenta tiene lo que merece? 

Aunque este texto y su montaje cuentan la historia a través de la imaginación y desde aquello que soñamos, aterriza en lo duro y en lo cruel, en el horror. Cuando alguien decide hablar para ponerle fin a la violencia, el resultado puede llevar a mayores complicaciones. El problema es más profundo de lo que se pensaba. También está el silencio de una sociedad que ve el acoso y prefiere no hacer nada porque resulta más cómodo callar. El silencio también da poder a las personas que violentan. La representación de la violencia en escena radica en la palabra y en el movimiento. No hay nada explícito, la narración lleva poco a poco a entender la complejidad de lo que sucede. 


Brian Smythe dedica esta obra a sus estudiantes llevándonos por un viaje luminoso y oscuro a la vez, tierno y agresivo, una aventura y una tragedia. Una historia que se siente cercana al público adolescente y que para las personas adultas se vuelve una ventana al universo de la adolescencia. 

Después del aplauso, al menos para mí, es inevitable pensar en el otro lado de la historia. En la visión de Júpiter, en conocer el punto de vista de Lucía. Tal vez esa obra se llamaría El Silencio de Marte. ¿Cómo sería el planeta de Lucía? ¿Cómo sería ese Júpiter? ¿Cómo vería Lucía a Ash? ¿Qué detalles de su historia podríamos conocer y serían relevantes para construir al personaje desde su propia mirada, sin la mirada del otro, en este caso Ash? Pareciera que hay otra historia por contar, pero, al menos, la que se cuenta aquí, nos toma fuerte de la mano para llevarnos a un universo de preguntas y posibilidades acerca del acoso escolar, las violencias, la condición adolescente y cómo desde la adultez percibimos esa experiencia. 

El final puede ser desolador, todo, o casi todo, ha estallado. El silencio se ha convertido en un ruido ensordecedor. Hay un poder en el silencio, el silencio puede dar luz, pero también hundirnos en una profunda oscuridad. Entre esos extremos hay un viaje que puede ir acompañado de imaginación, ternura y, sobre todo, de escucha. ¿Podríamos escuchar ese silencio? ¿Qué se dice cuando no se dice nada? 


El silencio de Júpiter

Texto y dirección: Brian Smythe Mendoza

Con Tristian Zavala y Raymundo Rodríguez

Productor e iluminación: Joshi Madrid

Música: Noe Martell 

Vestuario: María Rosario Mercado

Utilería: Akim Aguirre

Escenografía: Miguel Mercado

18 de Noviembre 

Foro de Arte y Cultura.

55 minutos. 


Fotografías de Danaé Kotsiras y Raúl Kigra