Estudios en Campo

Entrevista previa a la presentación del ERI

Reconstruyendo narrativas: el impacto de la acción contra la violencia

Guadalupe Gómez Rosas


A partir del proyecto Estudios en Campo de Sara Pinedo, se activó un dispositivo de memoria y resistencia en relación con el fenómeno de las desapariciones forzadas, en un exhorto a la comunidad teatral a repensar su papel como creadorxs, y su responsabilidad contra la violencia y la reparación del tejido social. 


A principios de siglo, Susan Sontag se preguntaba cuáles eran los efectos de la violencia en el público. Si tenían la capacidad de promover la insensibilidad o desencadenar la revolución. En este sentido, el Encuentro de Reflexión e Intercambio (ERI) de “Violencia y representación” buscó aproximarse al tema desde la activación, el diálogo y la memoria.


La creadora, comunicóloga y dramaturga Sara Pinedo hace del teatro un ejercicio de combate, para franquear la cuarta pared y así transformar la representación de la violencia en una apuesta de reconstrucción colectiva. En este acontecimiento se abordaron casos de desaparición forzada desde las voces de familiares y sus necesidades de reparación y acompañamiento.


A partir del trabajo Estudios en campo —una dramaturgia-instructivo compuesta por activaciones que buscan cuestionar qué narrativas se han impuesto y cómo podemos agrietar la relatoría oficial— surgió la “cocinada colectiva” que busca resignificar el hogar como espacio político.


El encuentro aconteció en el patio del Archivo del Edificio Arroniz, el sábado 11 de noviembre a mediodía. Poco a poco, desde el vano de la puerta, se fue revelando una mesa alargada con sillas alrededor. Al centro se colocaron aguacates, jitomates, limón, cebolla, tablas, cuchillos y otros enseres. Para los espectadores estaba un óvalo de sillas entorno del dispositivo culinario.


Pinedo emprendió la actividad con una invitación al diálogo y la remembranza de aquellxs que viven con el duelo por una persona desaparecida. Para trazar este recorrido también participaron las actrices Pita Zapot (Días y flores) y Erandi Rojas (A lo mejor te encuentro), así como Clarisa Moura (antologadora y gestora) y Héctor Flores (colectivo Luz de Esperanza).


El Recetario para la memoria —libro que recupera el deleite gastrónomico de los que no están a causa de la violencia sistémica— se instaló como en eje. En palabras de la fotógrafa Zahara Gómez Lucini, “que la cocina sea pretexto para hablar de lo indecible, para hacer presentes a los que se llevaron, para tejer acciones contra la ausencia”.


A través de una pantalla de video dispuesta al fondo del patio se transmitieron las palabras de la señora Carmen, quien recuerda a su hijo Óscar Benjamín con enchiladas y guacamayas. La receta elaborada para su evocación incluye: “Fue desaparecido el 31 de mayo de 2018. Lo desaparecieron cuando tenía 41 años. Era conductor de Uber. Su mamá Carmen y sus cuatro hijos le siguen esperando en casa”.

Las fórmulas para preparar la comida aparecen como evocación y enunciamiento. En ellas se cartografía el sabor nacional: enchiladas verdes, bistec con frijoles, huevos estrellados… Todas con destinatario y una fecha que indica desde cuándo se ansía ver a la persona nombrada.


Mientras se observaba el video, 12 agentes —participantes de la MNT— empezaron a cortar los ingredientes con ayuda de un cuchillo y una tabla de madera. Esta actividad multisensorial hizo de la creación culinaria una estrategia para sanar una herida mientras se habla de ella y se reconoce el cuidado en alimentar al otro. 


A partir del recetario, Pita, Erandi y Héctor —atravesadxs por la desaparición de un familiar— se fueron sumando relatos y recetas, en una narrativa desde el cariño, la reconstrucción de la personalidad del ausente y el goce colectivo; donde lo mismo se habló sobre cómo degustar una tostada en Alvarado, Veracruz o bien la manera de poner en marcha una red de aviso comunitario para resguardar al pueblo. 


Sí, con dolor, pero también con amor

“El 70 por ciento de los familiares de desaparecidos nunca van a recuperar un cuerpo”, aseveró Héctor Flores. Los relatos fueron cayendo y confrontado a los presentes con la cruda gestión de la violencia, aunada a la opacidad y la incompetencia del Estado. Nadie garantiza el cuidado de quien busca. Mientras que la necropolítica extiende sus fauces y ejerce el poder a través de la muerte propiciada por la inseguridad y apuntalada por el miedo.


La conversación se abrió de manera natural a agentes y público, en un mutuo ejercicio de atenta escucha, donde los silencios también fueron acompañamiento y sentido. Entre líneas se logró desdoblar el horror de las estadísticas que crecen exponencialmente, así como la colusión de los políticos, en todos los niveles, con el narcotráfico y la delincuencia organizada. En comunidad lo innombrable por fin encontró la fuerza para ser expresado.


La guerra es real, vivimos en un estado de alerta inminente. A las mujeres se nos mata; al tiempo que a las infancias se les recluta para alimentar la violencia, una de tipo clasista que no toca al rico ni al poderoso, sino al que difícilmente tiene cómo vivir. 


Para hender la exposición del horror también hay que hablar del capitalismo, representado por el crecimiento industrial y el despojo del territorio. Con el aumento de desplazados, la tierra deja de habitarse, de generar frutos. Solo queda la ausencia: sillas desocupadas en los hogares, personas acalladas, cuerpos sin vida. La insensibilidad y la amnesia como síntomas de una nación agrietada. 


La reflexión llevó el ritmo y la pauta del público. Buscó desmontar y fisurar la narrativa de los medios y el poder político, expresada en la revictimización y la criminalización del que no está. Como respuesta, mientras se llenaban los recipientes de alimentos picados, se edificó una memoria viva, en la escucha de los detalles y sentires evocados en colectividad, en llorar un duelo que por momentos cobró una intensidad compartida.


En el cierre, Clarisa Moura tomó la palabra para cuestionarnos y exhortarnos a resignificar nuestras acciones, a partir de los sentimientos y las emociones nacidos en la charla. El convivio se abrió por completo a la audiencia: se compartieron guacamayas, tostadas de ensalada de atún y cacahuatazo. Se recurrió al goce de apropiarse del espacio y el micrófono pasó de mano en mano. El alimento como vida y la nutrición como resistencia, en un estar juntxs contra las desapariciones forzadas. Un encuentro para no permitir que el horror nos devore.


Como gente de teatro, me surgió la pregunta, ¿qué elementos estamos accionando en dramaturgias y puestas en escena para responder a las desapariciones? ¿será posible acuerpar con el arte a aquellos que han perdido a un ser amado en situaciones violentas? ¿cómo recomponemos un hogar? ¿cómo revolucionamos el lenguaje para que la voz de quien necesite hablar sea ampliada?


¿De qué forma bordamos la estética y la ética en nuestros procesos? ¿qué mecanismos actúan contra la desinformación y la criminalización? ¿qué impulsamos para no dejar solas a las familias en su búsqueda? ¿qué imaginamos para que las generaciones que están pensando en empuñar un arma no lo hagan? 


La memoria es, dolorosamente, la única relación que podemos sostener con los fallecidxs, no obstante, ¿qué pasa cuando la posibilidad de vida existe, cuando la palabra no es muerte sino “desaparecidx”? Por ello, la activación de este dispositivo se edifica también sobre el disfrute, la evocación de los sabores que más gustaban a las personas cuyo asiento sigue en espera de ser ocupado. 

No hay tareas pequeñas cuando se trata de resolver necesidades, de erradicar las incongruencias del poder o combatir la impunidad. Sabemos que el camino no se acaba en la representación. Como bien dijeron Moura y Pinedo: se requiere poner el cuerpo en acción y en nuevas direcciones.

De nuevo con Sontag, “la designación de un infierno nada nos dice, desde luego, sobre cómo sacar a la gente de ese infierno, cómo mitigar sus llamas”, pero sí a utilizar los instrumentos disponibles para serenar el incendio. Editar el dolor, accionar desde el teatro.

NOTAS

El Recetario para la Memoria se puede adquirir en Librerías Gandhi y en la página de internet https://www.recetarioparalamemoria.com/ El 50% de las ventas recaudadas permitirá a los colectivos continuar con su búsqueda.


REFERENCIA:

Sontag, Susan. Ante el dolor de los demás. Barcelona: De bolsillo, 2018. 

Recetario para la Memoria. Consultado el 14 de noviembre de 2023. https://www.recetarioparalamemoria.com/es/inicio.


Violencia y representación (a partir de Estudios en campo de Sara Pinedo)

Participan:

Sara Pinedo, Estudios en campo

Pita Zapot, Días y flores

Erandi Rojas, A lo mejor te encuentro 

Clarisa Moura, Recetario para la memoria 

Héctor Flores, Colectivo Luz de Esperanza. 

Cocinan: las personas que así lo deseen.

Fecha: Texto elaborado a partir del ERI del sábado 11 de noviembre en Guadalajara Jalisco, durante la 43 Muestra Nacional de Teatro. 

Hora: 12:00 h

Duración: 1:30 h

 

Fotografías de Raúl Kigra