Muy cerca del mar. Instante 1: El peri
Entrevista previa a la presentación del montaje
Donde hay sones, hay corazones
Luis Santiago
Parece que va a llover: flotan en el cielo nubes grises como en cualquier día lluvioso. Pero la lluvia que irrumpe no es la conocida. Es mucho más robusta, como un trombón que, con su eco, tunde las ramas de los mezquites dulces. Su fuerza es tanta que hace sonar la madera de las paredes entre las que te encuentras. Pasa un fastidioso tiempo y no amaina. Sumerge las calles, las casas, la tranquilidad. El río se desborda y el agua, en un crescendo, se derrama tumultuosa por todas partes. El torrente es tan grande que desprende los cimientos de tu hogar, los arrastra contigo dentro, pero en la corriente no vienes solo, contigo se trasladan miedos, dolor, suspiros, recuerdos, juegos, las notas de tu canción favorita y de la canción favorita de tus padres. Después de un instante puedes estar tranquilo, respirar. Hay un silencio en la partitura de la tempestad. Parece que todo ha sido la zozobra de un mal sueño.
Abres la puerta de tu casa y el sol parece el mismo, con los silbidos de los pájaros carpinteros, que hacen pensar en sonidos de alienígenas. El paisaje no es el mismo: es tu casa, pero en otro lugar; son tus vecinos, pero en otro lugar; es tu vida, pero en otro lugar. Queda aquello que une a los anónimos: la música. Es la misma música, las mismas canciones, los mismos pasos de baile, pero en otro lugar.
Lo arriba descrito es la sensación que me dejó El Peri, un montaje del colectivo DOSCE, que surge de las historias que su abuela le contaba a Sandra Muñoz, dramaturga y directora, quien además entrevistó a una serie de personas que vivieron el desplazamiento obligado a un nuevo terreno de sus catorce casas, lo que dio como resultado la creación de la colonia conocida como El Peri[metral]. La dramaturgia asumió estas voces como fuente para el montaje, pero no se quedó en lo documental, se encaminó hacia la ficción.
Mediante los lentes diversos y contrastados de cada relator, vemos las estrategias de recuperación de una sociedad despojada de sus terrenos, a través de la charla, la música y el baile: una forma de comunión. Las historias personales son subjetivas, una manera individual de recordar y contar. Las miradas son diversas: las hay coquetas, desencadenantes, profundas y en esta variedad, El Peri nos invita a pensar sobre cómo se construye la historia de cada uno: los personajes aquí no logran un acuerdo de la fecha en que fueron reubicados. Ni siquiera los periódicos que Muñoz consultó para la obra coinciden en este y otros datos. La puesta en escena aborda temas de despojo y desplazamiento, en la reflexión sobre la naturaleza de la memoria.
Como parte de la escenografía podemos observar dos cuerdas que sirven de tendederos, en los que vemos colgadas algunas sábanas blancas y otras prendas de colores en su mayoría neutros; algunas sillas de distintas formas, materiales y tonos que denotan la riqueza de una comunidad en sus distintas voces y sus circunstancias socioeconómicas.
Al entrar en escena cuatro actores y cuatro actrices permanecen quietos mientras se proyectan sobre las sábanas los testimonios de las personas entrevistadas, que narran por qué y cómo llegaron a El Peri, con la promesa incumplida de mejores condiciones. En algo coinciden los videos: cada uno tiene una verdad particular; lo que habla de la engañosa construcción de la memoria y de que cada recuerdo no es una mentira, sino la subjetividad inevitable que nos atraviesa al recordar.
Todas y todos en escena llevan pantalones beige y playeras blancas, colores neutros que contrastan con las casitas de madera a escala, de vivos tonos, que provocaron exclamaciones de ternura en la audiencia. En el curso de la obra los personajes van vistiendo algunas prendas de otros colores, recurso que sirve para dar entrada a los diversos personajes que encarnan.
¿Qué elementos construyen una comunidad? ¿cuáles son los colores de un colectivo como El Peri? Los personajes compartieron sus botes de pintura y con éstos colorearon sus reubicadas viviendas. ¿Será que las comunidades se construyen de la mezcla de pigmentos de su diversa individualidad?
Desde el inicio de la puesta en escena se escuchan las notas de trompetas, una interpretada en vivo desde la cabina de audio y otra que suena a través de las bocinas del teatro. La música es muy importante en esta propuesta. Entona las escenas, marca el paso de una a otra época y expresa los gustos, penas y anhelos de los personajes. Al irrumpir, anticipa un ambiente festivo: Vemos a actores y actrices moverse en coreografías de barrio, que fluyen naturales, frescas y verosímiles. El elenco habita el escenario en un conjunto armónico y equilibrado. Se aprecia cómo se escuchan lxs participantes entre sí con plena con atención y reaccionan con espontaneidad. Las actuaciones convencen. En varios momentos la propia directora aparece frente al público con un micrófono para ofrecer contextos, lo que funciona como un rompimiento de la ficción.
Buena parte del éxito de esta obra tiene que ver el trabajo de DOSCE a lo largo de dieciocho años. Se aprecia la consolidación de un estilo y un lenguaje escénico. El grupo ha construido un público en su localidad.
Quedó en mi memoria el dilema del El Gorila, quien perdió a su padre muy joven y encontró refugio en la amistad con El Palmolive, un homosexual compasivo y solidario, que no es rechazado, al contrario, alegra a la comunidad con su música y sus pasos. Memorable me resultó Lucha, en su convicción de que los extraterrestres se estacionan fuera de su casa para robarle la luz. Los mitos forman parte de la identidad de las comunidades, por su sentido poético, narrativo e identitario. En Tamaulipas son característicos desde hace décadas los múltiples relatos de visitas alienígenas.
Hacia el final de la experiencia, cuando los vecinos del Peri escalan un pleito, irrumpió una banda. Con el ritmo de sus instrumentos atravesó la sala y subió al tablado dando fin a la reyerta. Si la invitación de actores y actrices a la audiencia a sumarse al baile provocó un estallido de entusiasmo y la inmediata participación, imaginemos el contagio de alegría y complicidad del público local, al terminar mezclado con el elenco en una dichosa convivencia. Bailando salimos del teatro en aquella función en Guadalajara, en el marco de la 43 MNT.
Dramaturgia: Sandra Muñoz
Dirección: Sandra Muñoz
Con: Víctor Zavala, Coral Turrubiates, Enrique Torres, Carolina Bringas, Luis Garza, Isaac Martínez, Lucirene Gómez, Orlando Villanueva
Escenografía y vestuario: Víctor Zavala
Iluminación: José “Santín”
Músicos: Arturo Martínez Luis, Misael Hernández Manzanares, Gabriel Alejandro Vargas, José Julián García Pulido, Luis Manuel Guerrero, Pedro Alejandro Jiménez
Día de la función: 12 de noviembre
Teatro: Teatro Vivian Blumenthal
Duración: 80 minutos
Fotografías de Danaé Kotsiras y Enrique Gorostieta