Nativos digitales

Entrevista previa a la presentación del montaje

Cuerpos merodeando en pixeles

Carlos López Díaz

La presencia de las pantallas en la vida cotidiana ha modificado nuestra relación con el mundo. Desde los vínculos laborales, personales, hasta los que tenemos con nosotrxs mismxs y nuestro cuerpo están atravesados por lo que vemos pero también por lo que queremos que vean de nosotros a través de los entornos virtuales  

La compañía queretana Metamorfina Teatro presenta Nativos digitales, con dirección de Natalia Gracia Medrano. La obra consta de cuatro monólogos trabajados primero como cuentos, luego afinados desde la mirada dramatúrgica de Manya Loria y por último traducidos al verso de hiphop por Fiesco y Charlot, que se acompañan con beats en vivo producidos por Doped Mind y Rafael Rentería.

En el primer monólogo nos presentan la historia de un habitante de la ciudad de México cuya vida transcurre en el ir y venir de la casa al trabajo. Esto va diluyendo poco a poco su identidad hasta convertirlo en un cuerpo fantasmal que recorre la urbe una y otra vez, día tras día. Quienes vivimos en grandes metrópolis sabemos la sensación de pesadez que representan las largas horas de trayecto, la lucha con otros cuerpos para alcanzar un lugar y el milagro de conocer nuestra casa de día. ¿Qué hacemos con un cuerpo que no alcanza a reposar, amontonado con otros más de un lado para el otro hacia ninguna parte?

El personaje, interpretado por Alberto Gallardo Palavicini, entra en escena para tomar un micrófono de mano, colocarse frente a un aro de blanca y fría luz led que circunda una videocámara. Desde un extremo del escenario, próximo al proscenio, inicia la transmisión en vivo, a través de la que

 expresa su reclamo. Vemos su imagen sobre el fondo del Foro 790 y seis cuadros de unicel sostenidos por las manos y el cuerpo de tres presencias anónimas, que muestran figuras aparentemente aleatorias. Antes de esto, el actor entra en escena, toma un micrófono de mano, se coloca frente a un aro de luz que circunda una videocámara e inicia la transmisión. La potencia relatora de la imagen proyectada hace que la presencia del cuerpo del actor se vea disminuida. Sólo nos queda su rostro. 

Las primeras palabras del personaje son un poema.  Enseguida la voz se vuelve canto acompañado por música en vivo, en un ritmo vertiginoso sobre el cual se moverán los siguientes monólogos. La música sera la atmósfera de las escenas y aliada en las transiciones donde el elenco reconfigura el dispositivo frente a las espectadoras y los espectadores, lo que  genera expectativa.

El segundo monólogo muestra la lucha de una persona por entender y asumir su identidad de género. Otro cuerpo vive en ella, uno extraño. ¿Qué hacer cuando el exterior de tu cuerpo no coincide con la persona que lo habita? ¿Cómo entender un conflicto que ni siquiera es posible explicar claramente con palabras? Para ilustrarnos esto, la obra convierte en pantalla el cuerpo de una mujer, interpretado por Mariana Vega “Mapo”. En ésta pantalla-piel nos muestran cómo va surgiendo otro cuerpo. La cara de un hombre se proyecta sobre el  rostro de la mujer. El hombre disfruta angustiosamente habitar ¿diluirse? ¿Estar sobrepuesto a ese otro cuerpo? Esa imagen del otro, es la de uno de los actores, Add Jacobo, quien transmite desde un extremo del escenario mediante una videocámara.

Esta aparición lleva a la mujer primero a divertirse, a alegrarse por liberar poco a poco esa identidad pero después a cuestionarse por qué hay ciertos comportamientos que la incomodan, como sexualizar el cuerpo de otras mujeres y el suyo propio a partir de ello. Este monólogo nos lleva a las dificultades para asumir una identidad de género distinta a la que el discurso hegemónico dicta a nuestro cuerpo y plantea la responsabilidad sobre las violencias que sufrimos y las que podemos hacer sufrir a otros. Por ejemplo, tocar sin consentimiento el cuerpo de otra persona, considerar a los cuerpos femeninos como objetos disponibles para el goce sexual o incluso invadir su espacio personal a través de una mirada lasciva.

El tercer monólogo nos presenta la hipersexualización del espacio virtual. Al ser un sitio potencialmente anónimo, puede pasar de largo la identidad de la persona, construir un sinfnin de fantasías que nos enajenan, nos vuelven un engañoso producto mediado por un dispositivo. Esta pieza nos muestra a un hombre, Addi Jacobo, que comparte sus aventuras y fetiches: entrar a páginas web de pornografía: excitarse con las manos ajenas y acudir a sitios de cibersexo. El placer aquí más que un medio de contacto, autoafirmación es agonía. Es en uno de estos lugares donde contacta a una mujer, o cuando menos a su cuerpo.

El dispositivo escénico para este monólogo nos deja ver en la parte de abajo de una pantalla la sombra del hombre, sentado en el suelo observando con ilusión a la misma pantalla que proyecta en la parte superior la cámara web de una mujer que deja ver sus manos y después sólo el espacio entre el cuello y la cintura. A un lado, ubicada al fondo, está una actriz, Manya Loría, sentada frente a una computadora con la cámara web encendida. Sí, es la misma mujer que vemos en pantalla.

¿Qué sucede con nuestro cuerpo al ser exhibido en una pantalla, grande o pequeña? ¿La posibilidad de hacer borrosa nuestra identidad en línea nos ayuda a superar miedos y estigmas? ¿Quiénes somos cuando habitamos el ciberespacio? ¿Podemos relacionarnos con otra identidad y otro cuerpo sólo a través de una pantalla? ¿cómo cambia la relación con  nuestros cuerpos el universo virtual?

El último monólogo plantea la ansiedad generada por habitar un cuerpo enfermo. Una mujer, interpretada por Manya Loría, nos cuenta su historia donde la incomodidad viene desde adentro, desde el cuerpo mismo que no funciona igual que los demás. Un cuerpo que complica no sólo la relación con quien lo habita, sino con otros.

Para este cierre, la actriz se sienta frente a un aro de luz y una videocámara y se ubica detrás de una cortina de plástico que reitera la idea de que nuestros cuerpos son envoltorios extraños. Después, uno de los actores se interpone a la actriz con una pantalla blanca donde vemos a la joven proyectada. En el transcurso de la escena el actor interviene la pantalla con pintura, que evoca las llagas del cuerpo enfermo.

Los cuatro personajes de Nativos digitales nos muestran a una juventud disociada de su cuerpo que se impone y borra en el vertiginoso y confuso superponerse de las pantallas.  La sobreexposición que la era digital nos ha traído sobre los cuerpos y los cánones que se han establecido a partir de este suceso están marcando dolorosamente a los jóvenes. 

Nativos digitales explora y cuestiona la relación cuerpo-identidad-deseo, en la experimentación de una poética que recupera la potencia musical de las palabras y pone énfasis en lo visual. El lenguaje de esta propuesta es arriesgado, original y capaz de seducir, no sólo a los jóvenes sino también al amplio rango de generaciones que asistieron a la función de participantes a la MNT, en el cruce de imágenes del texto a la plástica y la música. 

¿Por qué nuestro cuerpo se ha vuelto un enemigo y no un aliado? ¿Desde cuándo el cuerpo es un problema, un producto, una moneda de cambio y no parte vital e integradora de nuestro ser? 


Dramaturgia colectiva

Dirección: Natalia Gracia Medrano

Con Manya Loría, Mariana Vega “Mapo”, Addi Jacobo, Alberto Gallardo Palavicini

Música en vivo Dopped Mind y Rafael Rentería.

Viernes 10 de noviembre

Foro El 790

Duración 50 minutos


Fotografías de Raúl Kigra y Enrique Gorostieta